lunes, 30 de enero de 2012

Se pasan la vida asustándonos con todo.

Se pasan la vida asustándonos con todo.
Con las armas de destrucción masiva.
Con la capa de ozono.
Con el cámbio climático.
Con la sequía, con las inundaciones, con los peligros de la droga, con los riesgos del tabaco o de la exposición al Sol.
Con el exceso de peso, con las vacas locas, con la gripe aviar.
Se pasan la vida metiéndonos el miedo en el cuerpo.
Asustándonos con cosas que al final no existen, o si existen apenas matan.
Porque, cuantos han muerto por las vacas locas? cuantos por la gripe aviar?.
Lo que de verdad mata es el hambre del Tercer Mundo, la pobreza, la enfermedad, la guerra, el terrorismo y la cruzada contra el terrorismo. La desigualdad y la injusticia social.
Pero ellos se pasan la vida asustándonos con el coco, como...como si fuésemos niños, con todos los cocos. 
Porque saben que es más fácil gobernar a una sociedad asustada, que pide policías y ejercitos para que defiendan...para que nos defiendan de todos los enemigos que ellos fabrican o se inventan.
Ellos saben que el miedo justifica y bendice la mano dura.

EL LOCO DE LA COLINA

El miedo en el cuerpo

viernes, 27 de enero de 2012

Un jurado declara a Islero no culpable de la muerte de Manolete

 Lucas Leon Simon

Un jurado “popular” ha absuelto a Islero de la muerte de Manolete en 1947. El mismo jurado “popular” –que hacía horas extras- ha declarado “no culpable” a Francisco Camps del delito de cohecho en un asunto de trajes a medida y amiguitos del alma.

El portavoz de este jurado ha declarado que él sus compañeros están dispuestos a declarar “no culpables” a los directivos del Banca de Valencia, la CAM, de Bancaja, de Emarsa, de Brugal… que entre todos se habrán llevados “calentitos” unos 50.000 milloncetes del ala y a pedir el Toisón de Oro para El Bigotes, la Gran Cruz de Isabel la Católica para Alperi, Castedo y Hernández Mateo y la Medalla al Mérito del Organismo Nacional de Loterías para Fabra.
“Para esas estamos” ha añadido, mientras Camps, otra vez alegre, decía: “Bien, bien, esto va bien.”

España va bien, la basura va bien, los chorizos van bien, la justicia va bien y ya, los pobres españoles, que no roban, que no ponen grifos de oro es sus cuartos de baños, que no usan bolsos de Vuitton, que no quieren un huevo a su “regalador” oficial, estamos estigmatizados ante el mundo.

El que no llora no mama y este país está a punto de irse por la alcantarilla. Y eso que el mandamás es registrador de la propiedad. “A mi que registren”, dirá. La honradez ha caído en descrédito absoluto, la decencia de los cargos públicos yace llena de telarañas y los jurados “populares” sonríen bajo el antifaz.

Las elecciones producen grandes estadistas que corren a Bonn a que los bendigan, serviles y tal, se construyen monumentos al “chorizo” ejemplar y se engendran místicos banqueros, dulces como los melones o los higos chumbos.

Con estos materiales se acometen infinitas reformas laborales y hay un clamor de tijeras en el espacio. Urdargarin y los devoradores de gachas se tiran al monte solos, el sol penetra en los agujeros de las cuentas cifradas pero no consigue su opacidad. ¡Y venga declaraciones de no culpabilidad! ¡A mí que me registren, dice Mariano el registrador!

Hemos dejado de ser pobres y barrocos. Ahora somos míseros y gilipollas.

http://lucasleonsimon.wordpress.com/

martes, 17 de enero de 2012

Perdemos la juventud el día que dejamos de ser ácratas

Jesús Quintero
EL LOCO DE LA COLINA

Perdemos la juventud el día que dejamos de ser ácratas;
el día que comenzamos a comprender y a disculpar al sistema.

Perdemos la juventud el día que dejamos de soñar con el paraíso en la tierra, un paraíso para todos; el día que empezamos a llamar con desprecio utópicos a los que siguen soñando; el día que se nos despierte el sentido práctico y entramos en el juego y aceptamos las reglas.

Perdemos la juventud el día que nos levantamos dispuestos a vendernos al mejor postor y al mejor impostor; el día que nos doblemos a la sinrazón de la fuerza y del chantaje.

Perdemos la juventud el día que en nuestros cuarenta principales llega al número el dinero; el día que admitimos que todo y todos tenemos un precio; el día que estemos dispuestos a vender cualquier cosa, si no por un plato de lentejas, por unos kilos de papel.

Perdemos la juventud el día que  aceptamos al ganador y no damos un duro por una causa perdida.

Perdemos la juventud el día que aceptemos que esto es lo que hay, que siempre ha sido así y que no se puede hacer nada para cambiarlo.

Perdemos la juventud el día que nos miremos a un espejo y no se nos cae la cara de vergüenza porque hemos perdido la vergüenza.

Perdemos la juventud el día que miramos alrededor y sólo vemos lo que puede verse; el día que alargamos la mano y sólo tocamos lo que puede tocarse.

Perdemos la juventud el día que el mundo deja definitivamente de ser mágico.

EL LOCO DE LA COLINA

Han soltado a los tontos

Lucas Leon Simon

No se si la Iglesia Católica de nuestro país establece un mínimo de capacidad intelectiva para promocionar a los pastores de sus rebaños provinciales, pero si lo hace, y a tenor de los últimos ejemplos, tiene el rasero muy bajo.

A un pastor de esta grey, que andaba por allá perdido en una diócesis de tercera, cerca del Ebro, se lo traen al Sur, comienza a decir tonterías y todavía no ha parado.

En menos de dos años, el monseñor de marras ha hablado de una “conspiración de la Unesco para hacer homosexual a media humanidad”, ha negado el carácter de “Mezquita”, abdicándolo con el de “Catedral”, a una construcción milenaria, emblema de una ciudad, una cultura y religión, que es unívocamente islámica pese a su fe de carbonero, y, en plena disentería, se ha referido a las maldades de la sociedad que “conducen a la fornicación excesiva”.

“Huid de la fornicación” dice el curato en una carta pastoral, que menos mal que va dirigida solo a sus fieles. O sea, a su rebaño. En este opulento protagonismo que quiere asumir el pastor, no se sabe si destaca más por sus síntomas o por su diarrea. Y da que pensar que tenga que ser el sexo el vehículo cómplice de tanta proeza. Como si esta secta universal no tuviera ya bastante con los millares de casos de pederastia que se destapan a diario en todo el “urbe et orbi”.

Con la que está cayendo en nuestro mundo en forma de crisis mafiosa de la economía para que venga un “illuminati” cateto a decirle a los millones de parados que tienen que hacer con su sexualidad. Y además, utilizando un verbo latino inadecuadamente al contexto al que quería referirse ( fornicari tiene que ver con la relación sexual con prostitutas).

Da grima la Iglesia de nuestro país. No han hecho un mínimo ejercicio crítico de su decisiva contribución a una monstruosa guerra civil, no se ha disculpado por ello, recibe una no menos monstruosa subvención estatal, no pagan impuestos, intrigan contra la sociedad, los gobiernos y las leyes civiles y son de una cortedad de miras y de espíritu que alucina.

Vivo en la misma ciudad que el lumbreras a que me refiero, pero obsceno contra obsceno, creo que estaba en la jaula de los tontos, y, de pronto, lo han soltado.

Por encima de las posibilidades ¿de quién?

FRANCISCO PASTOR GUZMÁN - Castellón - 17/01/2012 - EL PAIS


Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, nos pide a los españoles "un esfuerzo más". Alberto 
Fabra Part, presidente de la Generalitat Valenciana, dice que los valencianos "vivíamos por encima de nuestras posibilidades".
Trabajo desde hace 14 años en I+D y desde hace 10 años lo compatibilizo con unas horas semanales de profesor en la universidad. Me esforcé de niño y adolescente en intentar aprender, sacar buenas notas y pasarlo bien. Me esforcé en la universidad para sacar la carrera y pasarlo bien.

Me esforcé luego dando clases particulares y continúo ahora esforzándome en mis dos trabajos. Hace 10 años, junto a mi pareja, compramos un piso que entraba dentro de nuestras posibilidades. Ahora, tras 10 años de esfuerzo, hemos ahorrado el dinero suficiente para pagar lo que nos queda de hipoteca. Llevo años esforzándome y nunca he vivido por encima de mis posibilidades. Podía permitirme coches más caros pero no los he comprado, nunca he pedido un crédito para irme de vacaciones, reformé mi piso cuando tuve dinero para hacerlo. Me esfuerzo en educar a mis hijos lo mejor posible, los llevo a la escuela pública y me esfuerzo en la asociación de padres para ayudar a mejorarla. Cuando mis hijos enferman los llevo a la sanidad pública y si me queda jarabe en casa le digo al médico que no me haga una receta que no necesito.

Ahora estoy a punto de quedarme sin trabajo gracias a los que han vivido "por encima de nuestras posibilidades". Ahora me piden "un esfuerzo más". Yo siempre he pagado puntualmente la hipoteca y lo sigo haciendo así que no he hundido a la banca. Yo no he hecho bajar la Bolsa, no he hundido los mercados, no he inflado la economía, no he especulado con la vivienda, no he organizado carreras de coches en mi ciudad, no necesito un aeropuerto sin aviones, no tengo yate para ver la salida de la Copa América, no he ido nunca a ver la ópera en el Palau de les Arts. Yo no he deteriorado la escuela ni la sanidad públicas, no he tenido becas ni subvenciones, no he cobrado nunca el paro ni he provocado déficit al Estado, la autonomía ni la Seguridad Social. Yo no conozco a Moody's, Fitch ni Standard & Poor's pero sí conozco a los que vivieron por encima de mis posibilidades. Yo no les voté, a mí no me representan.

Soraya, el esfuerzo se lo pides a ellos.

Hora de despertar

Mayo 20 2011


He pensado desde hace muchos años, y lo he escrito de vez en cuando, que España vivía en un estado de irrealidad parcial, incluso de delirio, sobre todo en la esfera pública, pero no solo en ella. Un delirio inducido por la clase política, alimentado por los medios, consentido por la ciudadanía, que aceptaba sin mucha dificultad la irrelevancia a cambio del halago, casi siempre de tipo identitario o festivo, o una mezcla de los dos. La broma empezó en los ochenta, cuando de la noche a la mañana nos hicimos modernos y amnésicos y el gobierno nos decía que España estaba de moda en el mundo, y Tierno Galván -¡Tierno Galván!- empezó la demagogia del político campechano y majete proclamando en las fiestas de San Isidro de Madrid aquello de “¡ El que no esté colocao que se coloque, y al loro!” Tierno Galván, que miró sonriente para otro lado, siendo alcalde, cuando un concejal le trajo pruebas de los primeros indicios de la infección que no ha dejado de agravarse con los años, la corrupción municipal que volvía cómplices a empresarios y a políticos.

Por un azar de la vida me encontré en la Expo de Sevilla en 1992 la noche de su clausura: en una terraza de no sé qué pabellón, entre una multitud de políticos y prebostes de diversa índole que comían gratis jamón de pata negra mientras estallaban en el horizonte los fuegos artificiales de la clausura. Era un símbolo tan demasiado evidente que ni siquiera servía para hacer literatura. Era la época de los grandes acontecimientos y no de los pequeños logros diarios, del despliegue obsceno de lujo y no de administración austera y rigurosa, de entusiasmo obligatorio. Llevar la contraria te convertía en algo peor que un reaccionario: en un malasombra. En esos años yo escribía una columna semanal en El País de Andalucía, cuando lo dirigía mi querida Soledad Gallego, a quien tuve la alegría grande de encontrar en Buenos Aires la semana pasada. Escribía denunciando el folklorismo obligatorio, el narcisismo de la identidad, el abandono de la enseñanza pública, el disparate de un televisión pagada con el dinero de todos en la que aparecían con frecuencia adivinos y brujas, la manía de los grandes gestos, las inauguraciones, las conmemoraciones, el despilfarro en lo superfluo y la mezquindad en lo necesario. Recuerdo un artículo en el que ironizaba sobre un curso de espíritu rociero para maestros que organizó ese año la Junta de Andalucía: hubo quien escribió al periódico llamándome traidor a mi tierra; hubo una carta colectiva de no sé cuantos ofendidos por mi artículo, entre ellos, por cierto, un obispo. Recuerdo un concejal que me acusaba de “criminalizar a los jóvenes” por sugerir que tal vez el fomento del alcoholismo colectivo no debiera estar entre las prioridades de una institución pública, después de una fiesta de la Cruz en Granada que duró más de una semana y que dejó media ciudad anegada en basuras.

El orgullo vacuo del ser ha dejado en segundo plano la dificultad y la satisfacción del hacer. Es algo que viene de antiguo, concretamente de la época de la Contrarreforma, cuando lo importante en la España inquisitorial consistía en mostrar que se era algo, a machamartillo, sin mezcla, sin sombra de duda; mostrar, sobre todo, que no se era: que no se era judío, o morisco, o hereje. Que esa obcecación en la pureza de sangre convertida en identidad colectiva haya sido la base de una gran parte de los discursos políticos ha sido para mí una de las grandes sorpresas de la democracia en España. Ser andaluz, ser vasco, ser canario, ser de donde sea, ser lo que sea, de nacimiento, para siempre, sin fisuras: ser de izquierdas, ser de derechas, ser católico, ser del Madrid, ser gay, ser de la cofradía de la Macarena, ser machote, ser joven. La omnipresencia del ser cortocircuita de antemano cualquier debate: me critican no porque soy corrupto, sino porque soy valenciano; si dices algo en contra de mí no es porque tengas argumentos, sino porque eres de izquierdas, o porque eres de derechas, o porque eres de fuera; quien denuncia el maltrato de un animal en una fiesta bárbara está ofendiendo a los extremeños, o a los de Zamora, o de donde sea; si te parece mal que el gobierno de Galicia gaste no sé cuántos miles de millones de euros en un edificio faraónico es que eres un rojo; si te escandalizas de que España gaste más de 20 millones de euros en la célebre cúpula de Barceló en Ginebra es que eres de derechas, o que estás en contra del arte moderno; si te alarman los informes reiterados sobre el fracaso escolar en España es que tiene nostalgia de la educación franquista.

He visto a alcaldes y a autoridades autonómicas españolas de todos los colores tirar cantidades inmensas de dinero público viniendo a Nueva York en presuntos viajes promocionales que solo tienen eco en los informativos de sus comarcas, municipios o comunidades respectivas, ya que en el séquito suelen o solían venir periodistas, jefes de prensa, hasta sindicalistas. Los he visto alquilar uno de los salones más caros del Waldorf Astoria para “presentar” un premio de poesía. Presentar no se sabe a quién, porque entre el público solo estaban ellos, sus familiares más próximos y unos cuantos españoles de los que viven aquí. Cuando era director del Cervantes el jefe de protocolo de un jerarca autonómico me llamó para exigirme que saliera a recibir a su señoría a la puerta del edificio cuando él llegara en el coche oficial. Preferí esperarlo en el patio, que se estaba más fresco. Entró rodeado por un séquito que atascaba los pasillos del centro y cuando yo empezaba a explicarle algo tuvo a bien ponerse a hablar por el móvil y dejarnos a todos, al séquito y a mí, esperando durante varios minutos. “Era Plácido”, dijo, “que viene a sumarse a nuestro proyecto”. El proyecto en cuestión calculo que tardará un siglo en terminar de pagarse.
Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo. Por eso creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de autocrítica. Rebeldía práctica para ponernos de acuerdo en hacer juntos un cierto número de cosas y no solo para enfatizar lo que ya somos, o lo que nos han dicho o imaginamos que somos: que haya listas abiertas y limitación de mandatos, que la administración sea austera, profesional y transparente, que se prescinda de lo superfluo para salvar lo imprescindible en los tiempos que vienen, que se debata con claridad el modelo educativo y el modelo productivo que nuestro país necesita para ser viable y para ser justo, que las mejoras graduales y en profundidad surgidas del consenso democrático estén siempre por encima de los gestos enfáticos, de los centenarios y los monumentos firmados por vedettes internacionales de la arquitectura.

Y autocrítica, insisto, para no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos, como decía tan cándidamente, tan conmovedoramente, la Constitución de 1812, trabajadores de todas clases, como decía la de 1931.

Lo más raro es que el espejismo haya durado tanto.